Al comienzo de la pandemia escribía que no había que comparar, por una razón simple y lógica, en un mundo súper conectado, no sabíamos lo que nos podía llegar y, estaba seguro, iba a ser algo parecido. Llegó primero a las capitales de provincia, luego a ciudades un poco más chicas y ahora nos toca el turno a los que vivimos en los pueblos o ciudades pequeñas. Hasta el momento tenemos poco más de 1.300.000 contagiados, 1.111.000 recuperados y 35.000 fallecidos por Covid- 19. Se habla de una vacuna cercana, como bandera de esperanza ante esta situación, pero no podemos dejar de hacer lo poco que podemos hacer, que es cuidarnos, aunque parezca repetitivo: Distanciamiento social (dos metros), uso de barbijo para ingresar a comercios, lugares cerrados o donde haya mucha gente (usarlo correctamente, que cubra bien la boca y la nariz), lavado de manos constante con agua y jabón (en caso de no poder hacerlo, utilizar alcohol en gel).

En este contexto, aparte de los cuidados personales y colectivos con los que podemos colaborar, es necesario entender que en esta situación no deseada por nadie, debemos más que nunca tratar de ser solidarios, no juzgar y apoyar a los que están atravesando la enfermedad y a sus familias. No es el momento de enumerar todo lo que nos falta, o las fallas que todos conocemos del sistema de salud. Las personas que están en la primera línea de atención, vienen hace ocho meses trabajando y dando respuestas ante un virus nuevo. Tratemos de estar unidos, siempre se puede ayudar con algo. De esta experiencia traumática, seguramente vamos a salir fortalecidos.

 Es tiempo de demostrar que, si al menos no tenemos respuestas a lo que estamos viviendo, tenemos la empatía de sobrellevarlo de la mejor manera.