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12 de noviembre de 2018

Ay, 2019

El año que viene será duro, muy duro. Para ello bastaría con que fuese un calendario de estancamiento, porque eso significaría la ausencia de al menos una módica reparación de los daños sufridos por la gran mayoría de la población en este 2018 de inflación récord, desempleo y pobreza crecientes; derrumbe del poder adquisitivo de los salarios, mix de súper devaluación y tasas en pesos altísimas; mayor endeudamiento y economía en coma farmacológico.

Pero no, en los papeles no figura ni siquiera una pausa en el deterioro. Tanto el gobierno de Mauricio Macri en su proyecto de presupuesto- como el Fondo Monetario Internacional en su cálculo de las perspectivas argentinas- prevén una nueva retracción del PBI. Volverán a caer el consumo y el trabajo. Con ese combo, está claro qué sucederá con los índices de pobreza e indigencia.

 

Los únicos resultados relativamente positivos que podría exhibir la administración federal de Cambiemos probablemente sean una atenuación del proceso inflacionario (nada meritoria si la base de referencia es este ejercicio -que arrancó con un cálculo oficial del 10% que se corrigió ruidosamente para llevar las proyecciones al 15 y podría cerrar con un registro real tres veces superior- y si la contención de los precios se obtiene en un contexto de parálisis económica); un importante superávit comercial (luego de muchos años con la balanza en rojo); y el consabido equilibrio fiscal acordado con el Fondo, al costo de una profunda poda a la inversión pública y de la eterna gambeta argentina: más impuestos para que el sector privado pague con sobredosis de realismo el mundo de fantasía en el que desde hace décadas se sumerge cada vez más el sector público.

 

CANDIDATOS EN SU TINTA

Si nuestros gobernantes pasados y presentes fuesen personas normales, sería todo un desafío a la imaginación pensar en cómo harán campaña parados en el escenario central del contexto descripto antes, del que son tan responsables. Pero son “políticos de raza” -como íntimamente les encanta ser calificados-, así que no habrá sorpresas. Los casi tres años transcurridos desde el recambio institucional de diciembre de 2015 sirvieron para ver la caída en fila de las promesas de campaña del macrismo y la ineptitud de la nueva gestión para sacar al país del laberinto en el que se mete cada vez que el viento de las condiciones internacionales sopla en contra y hay que seguir sosteniendo los niveles de gasto cementados cuando soplaban a favor.

 

Un país adolescente que cree que se merece ser una potencia mundial vendiendo sólo carnes y granos, como desde hace casi dos siglos, y que cuando eso no alcanza ni para los puchos se indigna con un mundo que funciona equivocado y con el prestamista al que le toca el timbre para patear todas las pelotas hacia adelante (prestamista que ya conoce al muchacho y al que, claro, le terminará cobrando hasta el aire de los balones). En esos mismos tres años otra película se proyectó en paralelo a la defraudación de Cambiemos a sus electores.

 

Fue el filme porno de la corrupción durante los años de Néstor y Cristina, un latrocinio tan sistemático y voraz que fue lo único innegablemente revolucionario de esos tiempos. La falta de mérito dictada a CFK esta semana por el juez Sebastián Casanello en la causa conocida como “Ruta del dinero K” generó un espectáculo habitual pero no por eso menos gracioso: la decisión -que no es un sobreseimiento- fue festejada en medios y redes por dirigentes y militantes que ahora sí parecen creer en la Justicia.

 

Ojalá conserven la misma fe en todas las demás causas que involucran a la expresidenta, en tres de las cuales ya está definido que será sometida a juicio oral y público. Esa simultaneidad de circunstancias hizo que cada sector pusiera sus mayores esfuerzos en lograr que el electorado vea la producción cinematográfica ajena y no la propia.

 

El presidente de la Nación y los suyos apuestan a que los argentinos tengan más presente la metida aluvional de manos kirchneristas en cuanta lata del Estado pasara cerca que la rodada social y económica cuesta abajo. La estrategia K es plantear que la Argentina Ay, 2019era una maravilla hasta 2015 y que Cambiemos lo arruinó todo, pivoteando en la caída escalones debajo de la clase media y el avance del hambre en la franja de desempleados y beneficiarios de planes sociales, visible en el notable incremento del número de asistentes a comedores y merenderos comunitarios.

 

“Hay 2019”, gritan y se entusiasman. Varios encuestadores ya dicen que con esos dos recursos del oficialismo y su principal oposición, hoy por hoy la elección de 2019 puede llegar a dirimirse entre Macri y CFK. Una pelea que cuesta saber si es entre el presente y el pasado o entre dos pasados.

 

EL SECRETO DE ARGENTINA

En el Chaco el panorama es mucho menos claro a la hora de barajar nombres. Las opciones aparecen cubiertas por una bruma en la que se mezclan las posibilidades políticas reales, la evolución del escenario social y la marcha de los expedientes judiciales que este año pusieron a varios funcionarios y dirigentes en la mira. Algunos están encarcelados desde comienzos de año, otros están libres pero sujetos a las investigaciones y otros se gastan los ahorros en velas para todos los santos habidos y por haber.

 

En el entorno de Domingo Peppo el gran interrogante, justamente, es ver hasta qué punto lo dañan las causas que en la Justicia federal y en la provincial ya le costaron la libertad a su expoderoso secretario general, Horacio Rey, y que también lo mantienen atento en el expediente por fondos habitacionales que llegaron desde Nación para viviendas que no se construyeron.

 

Un encuestador cercano a Jorge Capitanich afirmaba la semana pasada tener en procesamiento resultados “tremendos” sobre la percepción ciudadana en torno a esos puntos. Pero el intendente de Resistencia (que en 2017 vio a Cambiemos ganar las cuatro elecciones realizadas en la ciudad que él administra) también se ve obligado a imaginar escenarios vinculados a los tribunales.

 

La jueza porteña María Servini de Cubría lo envió a juicio junto a Aníbal Fernández, Gabriel Mariotto y Luis Segura- por el caso Fútbol para Todos, y otro tribunal de la CABA, la Sala 1 de la Cámara Federal de Apelaciones, confirmó su procesamiento en este caso junto a Fernández y Juan Abal Medina- por supuestas irregularidades en el reparto de fondos millonarios a municipios para tratamiento de residuos.

 

La lista de procesados incluye a uno de los colaboradores estrellas del exgobernador, Omar Judis, timonel del plan de obras públicas de “Coqui” y encargado de la Secretaría de Ambiente cuando Capitanich fue jefe de Gabinete de Cristina Kirchner. No sólo el peronismo sufre por las lupas de jueces y fiscales.

 

Aída Ayala también está casi fuera de la carrera por la gobernación, con la que se venía ilusionando hasta el final del verano pasado. La diputada nacional de Cambiemos tiene un desafuero con fecha a determinar, y una prisión preventiva ratificada por la Cámara Federal de Resistencia, que se hará operativa en cuanto el Congreso le quite sus inmunidades. Las campañas, parece, intercalarán caravanas, discursos, espacios en la TV y debates orales y públicos en los tribunales.

 

EL QUE LLEGA, GANA

Con todo, probablemente lo más arduo para los candidatos sea recrear la esperanza de los electores. Al ya madurado escepticismo al cabo de 35 años de democracia y de pagarés políticos incobrables- de los argentinos, se suma ahora esta parte de la película de siempre en la que la miseria económica nos predispone a ver con mayor detenimiento esas otras miserias que habitualmente pasamos de largo o digerimos sin demasiado esfuerzo, quizá por aquello de que con el bolsillo satisfecho cualquier sapo es visto como un alfajor.

 

La leche robada (que eran al comienzo del escándalo cien toneladas y ahora son doscientas), los intendentes peronistas reclamando impunidad sin ponerse colorados, Macri diciendo que no duerme por el Boca-River, los trolls kirchneristas explicándonos que el problema no son los que roban sino los que se enojan con los que roban, los trolls del macrismo llenándonos de videítos sobre un progreso que no se ve en ninguna parte, la salud y la educación públicas asumidas por todos como servicios simbólicos, son parte apenas parte- de esa lista que se agiganta con hechos cotidianos que los medios ni registran pero circulan a toda velocidad en los teléfonos.

 

Y, por supuesto, la muerte de Rupercia, la nena wichí de 13 años que falleció luego de que se la practicara una cesárea para que pudiera nacer un bebé de tres semanas de gestación que murió una hora después de salir de la panza de esa niña abusada y desnutrida, que seguramente ni llegó a imaginar otra vida.

 

Una muerte “a la canasta”, para lo que todos hicieron (¿hicimos?) su aporte. Otro “caso aislado”, como el de Néstor Femenías años atrás. Otra historia que olvidaremos pronto, sin dudas que ya para 2019, cuando volveremos a decir que lo que está en juego es el futuro de la Patria.

 

Editorial Sergio Schneider

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